Naciones Unidas, 27 sep (PL) El presidente Donald Trump, aterrizó en la sede de Naciones Unidas acompañado por el fantasma del quinto mandatario de Estados Unidos, James Monroe, cuyo apellido recuerda una de las doctrinas políticas más nefastas para este hemisferio.
Trump escogió uno de los lugares menos idóneos para reivindicar una estrategia agresiva y unilateral: la sede de la ONU, cuyo propósito declarado es promover la paz y el multilateralismo.
«América para los americanos», fue la propuesta sintetizada en 1823 por Monroe y su secretario de Estado, John Quincy Adams, para alejar de la zona a las potencias colonialistas de Europa y justificar así las pretensiones de Washington sobre el resto del continente.
«En el hemisferio Occidental estamos decididos a mantener nuestra independencia de la intrusión de potencias extranjeras expansionistas», advirtió Trump en su discurso en el 73 periodo de sesiones de la Asamblea General de la ONU.
Esa fue la política formal de nuestro país desde el presidente Monroe. Rechazamos la interferencia de naciones extranjeras en este hemisferio y en nuestros asuntos, recalcó el mandatario, quien aprovechó su intervención para lanzar ataques a diestra y siniestra.
Irán, Siria, Rusia, China, Venezuela, la migración, la Corte Penal Internacional y la Organización de Países Exportadores de Petróleo fueron algunos de sus principales blancos.
Trump no tuvo ningún reparo en recordar a Monroe y su cuestionada doctrina, que sirvió al Pentágono durante décadas como plataforma para una larga lista de intervenciones: desde invasiones y golpes de Estado hasta guerras, asesinatos y despojo de territorios.
Sin mucha diplomacia, la decisión de la actual administración norteamericana de sacar del baúl a esa doctrina es una respuesta a la creciente presencia de China en lo que fue considerado durante más de dos siglos como el «patio trasero» de Washington.
La reciente gira del vicepresidente Mike Pence, la tercera en 18 meses, evidenció la preocupación de la Casa Blanca por la pérdida de protagonismo en la zona.
Aunque la administración de Barack Obama enterró, al menos de manera oficial, la doctrina Monroe, su sucesor desde un primer momento mostró su intención de revivirla.
Creo que es tan relevante en la actualidad como hace 200 años, afirmó Rex Tillerson, antes de ser despido por Trump de la secretaría de Estado.
Los planes de mandatario de construir un muro en la frontera con México, sus políticas proteccionistas y antimigratorias, y ataques verbales contra gobiernos de la región avivaron el resentimiento y el malestar al sur del río Bravo.
Pero la ONU también sirvió como plataforma a naciones latinoamericanas y caribeñas para denunciar esa postura.
La actual administración estadounidense proclamó la vigencia de la Doctrina Monroe y en un nuevo despliegue de su política imperial en la región ataca con especial saña a Venezuela, denunció el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel.
Mientras, el canciller venezolano, Jorge Arreaza, calificó a esa iniciativa de extemporánea, vetusta, sin sentido, y un anacronismo histórico.
Al reivindicar la Doctrina Monroe, Estados Unidos «se reservó para sí todo el territorio de este continente», cuestionó el ministro de Relaciones Exteriores.
No menos enfático fue el jefe de Estado de Bolivia, Evo Morales, quien denunció el desprecio de Washington al derecho internacional, el multilateralismo y los principales propósitos de la Carta de la ONU.
Durante un debate en el Consejo de Seguridad de la ONU, impulsado por Trump, Morales condenó las políticas unilaterales de la actual administración republicana.
A ese gobierno no le interesa la democracia, pues financia golpes de Estado, apoya a dictadores, y amenaza con intervenciones militares contra gobiernos democráticamente electos, como el venezolano, apuntó.
Aunque menos enfáticos, casi todos los jefes de Estado o de gobierno que desfilaron por la tribuna de Naciones Unidas defendieron el multilateralismo y la cooperación entre sus miembros.
La bandera de Monroe ondea en la Casa Blanca: un recordatorio para Latinoamérica y el Caribe de las posturas ultraconservadoras del actual presidente de Estados Unidos.